Quita la Barrera
¿Qué es lo primero que hacemos al levantarnos y antes de salir del cuarto? ¿Qué hacemos antes de salir a la calle, ir a alguna fiesta, o salir a pasear con algún amigo? Claro, lo que hacemos es ir al espejo. Allí en el espejo es donde nos vemos tal cual estamos: despeinados, la barba crecida, la camisa chueca, o arrugada; las mujeres van al espejo para arreglarse bien el cabello, delinear los ojos, sus labios, etc. Pues, ¿Cómo vamos a salir a la calle sin arreglarnos? A todos nos preocupa vernos bien, y que la gente nos vea presentables y arreglados.
¿Sabes? La Biblia es el espejo del alma, espejo que Dios nos ha diseñado para que vayamos diariamente a él antes de salir a la calle, a la escuela o al trabajo. Es en este espejo del alma que podemos y debemos ir todos los días para ver nuestra condición; como andamos delante de Dios, de nosotros mismos y de los que nos rodean, y aquellas cosas que es necesario que arreglemos en nuestra vida, para vernos bien.. ¡Qué importante es ir todos los días al espejo de Dios! para que todo aquel que nos vea, y sobre todo nuestro Dios, nos vea bien. Si por la mañana, al vernos en el espejo de Dios, la Biblia nos dice que en algo no estamos bien, no salgamos, hasta que nos hayamos puesto a cuentas con Dios.
Mucha gente se pregunta ¿por qué mi vida, mi hogar, mi negocio, están desechos? ¿Por qué mis hijos están en las drogas? ¿Por qué tengo que sufrir por esta depresión? ¿Por qué tanto dolor y desgracia en el mundo? Y la respuesta es: porque le hemos dado la espalda a Dios. Dios nos ha dejado su Santa Palabra, para que al conocerla y obedecerla disfrutemos de sus promesas. Desgraciadamente al traspasar los mandamientos de Dios tendremos que sufrir las consecuencias.
Muchas personas culpan a Dios de su dolor; reclamándole: ¿Dios, por qué? Sin querer entender que la razón es por haberle dado la espalda a Dios. Pero la buena noticia para tu vida, es que si hoy te vuelves a Dios, El se volverá a ti. Y aunque tus pecados sean como la grana, como la nieve, serán emblanquecidos; y si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.
¿Deseas ponerte a cuentas con Dios? Dios busca hombres y mujeres que estén dispuestos a escuchar Su voz y obedecerle. Todos tenemos peticiones y necesidades, problemas, ruegos, que esperan respuesta; y tal vez has pensado que Dios te ha dado la espalda y está enojado contigo. ¿Sabes? Dios te ama y desea bendecirte, pero hay leyes establecidas por Dios para que vivamos en ellas y recibamos Sus bendiciones; y cuando las quebrantamos, estamos alejándonos de estas promesas y bendiciones. En Lucas 5:17-20 vemos a Jesús, enseñando y predicando a las multitudes que habían venido para escucharle; Jesús es quien tiene la respuesta para las necesidades de las multitudes; y se nos dice que "el poder de Dios estaba con El para sanar". Donde está Jesús, está la respuesta de Dios y el poder de Dios para sanar a las multitudes. En esta historia vemos a cuatro hombres que caminaron muchos kilómetros, cargando a un amigo paralítico para llevarlo a Jesús, para que lo sanara. El problema es que había demasiada gente que estaba en la casa, con sus propias necesidades y peticiones. El lugar estaba abarrotado y como no había manera de entrar, subieron al tejado e hicieron un hoyo para bajar al enfermo. ¡Imagínate! ¡Romper el techo de una casa! ¿O de un templo? ¿Cuánto tardarían en bajarlo los diáconos y ancianos de la iglesia? Imagínate a Pedro, al ver a aquellos que rompían el techo, tal vez estaba listo con Juan y Jacobo para inmediatamente lanzarse sobre ellos y echarlos fuera. ¿Qué pensarían los fariseos?: "Hombres del vulgo". ¿Y los dueños de la casa…? Pero lo que debe importarnos a nosotros es ¿Qué pensaría Jesús? Jesús los vio y los amó .
¿Sabes que? Tal vez has pensado que tu familia desea llevarte a la fuerza a la iglesia; o que algunos amigos te insisten mucho para que te acerques a Cristo; pero te has preguntado ¿Por qué lo hacen? Porque te aman y desean que te veas bien, por el espejo de Dios. Y es que Dios ha puesto en nuestras manos un valioso tesoro, el cual podemos guardarlo, enterrarlo o compartirlo. Ese tesoro es Jesús, y aquellos que ya lo hemos recibido, debemos compartirlo con todos los que nos rodean. Recuerda que mas bienaventurado es dar que recibir. Si tú compartes ese tesoro, Dios va a bendecir tu vida. Comparte ese tesoro con tus vecinos, familiares etc., hazlo y fíjate en Jesús: Jesús vio a los cuatro que habían roto el techo y habían interrumpido su mensaje: pero el ver la fe de ellos, dijo al paralítico: tus pecados te son perdonados:
Pero los fariseos, religiosos al ver lo que Jesús dijo, dijeron: "¿Quién es este para perdonar pecados?". Los religiosos conocen muy bien la ley y la escritura, pero no el corazón de Jesús. Y ellos tenían razón; ninguno puede perdonar pecados solamente nuestro Dios. Nadie puede perdonar tus pecados, ni el sacerdote, ni el pastor, nadie solo Dios, pero ellos no sabían que aquel hombre es el Hijo del Dios viviente que tiene poder para perdonar pecados y sanar las enfermedades.
¿Qué pensarían aquellos cuatro amigos que trajeron al paralítico para que Jesús lo sanara, al escuchar que Jesús le está perdonado sus pecados? -- ¡Jesús, lo trajimos a ti para que lo sanaras! no para que lo perdones. ¡Imagínate, tener que llevárnoslo nuevamente…! Jesús conociendo sus corazones les dice: Que es más fácil decir: tus pecados te son perdonados o decir levántate toma tu lecho y vete a tu casa. Pues para que sepan que el hijo del hombre tiene poder para perdonar pecados, a ti te digo: levántate toma tu lecho y vete…
Lo más importante de este pasaje no es la sanidad del paralítico, sino el perdón de los pecados de aquel hombre, ese fue milagro más grande que Jesús realizó allí. Aquellos hombres trajeron al paralítico para que Jesús lo sanara; pero Jesús le perdonó el pecado en primer lugar, porque el pecado era una enorme barrera que impedía que Jesús lo pudiera sanar. El pecado es una gran barrera entre Dios y el hombre, que impide que podamos recibir Sus milagros y Sus promesas. Dios desea sanarte y bendecirte, pero para que eso sea una realidad, primero es necesario quitar la barrera del pecado, y entonces podrás estar listo parta recibir el milagro de Dios.
Una vez que Jesús hubo quitado la barrera de aquel hombre, entonces le dijo: "Hombre, levántate, toma tu lecho y vete a tu casa".
Tal vez te has preguntado: ¿Por qué Dios no me respondes? Quita la barrera, Dios no te ha dado la espalda, son tus pecados, odios, resentimientos, robos injusticias, los que han levantado una muralla entre Dios y tu vida. No te ha dado la espalda, Dios conoce tu dolor, te ama como amó al paralítico, al que le dijo: tus pecados te son perdonados, una vez quitada la barrera, le declaro: "Levántate, toma tu lecho y anda".
La barrera la levantamos nosotros, con nuestras rebeliones y pecados. El quiere sanarte y bendecirte, Te animo a quitar, la barrera que le impide a Dios obrar el milagro que esperas en tu vida.
Hay una gran barrera que impide que tú puedas recibir el milagro, Jesús te dice este día: QUITA LA BARRERA.
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