Monday, November 06, 2006

Pag. Pastoral AMOR PLATONICO 3


En los artículos anteriores hablamos de las primeras tres partes del libro del Cantar de los cantares; un poema de amor escrito por el rey Salomón, quien estaba enamorado de Abisag, sunamita, quien fue llevada al rey David en su vejez, para que abrigara sus pies, y le sirviera, pero él nunca la conoció. Ella fue su musa de inspiración.
El amor de Salomón por la sunamita, es la historia de un amor platónico, idealizado, que jamás pudo concretarse, y terminó siendo un amor frustrado. Salomón jamás pudo tomarla por su esposa, porque a pesar de estar enamorado de ella, él mismo “se puso la soga al cuello”, al enojarse con su hermano y mandarlo matar, por pedirle a Betsabé, madre de Salomón, que intercediera por él y pidiera la mano de la sunamita, para que fuera su mujer. Así fue como él, quedó enlazado con los dichos de su boca, y se cerró para siempre la posibilidad de tomarla por su mujer. Pero ella continuó siendo en sus sueños, la mujer idealizada, perfecta, inalcanzable y prohibida. De modo que podemos comprender la razón por lo cual tuvo tantas mujeres; y su dicho: “mujer virtuosa ¿Quién la hallará?”. Salomón tuvo 700 esposas y 300 concubinas, y jamás pudo encontrar en ninguna de ellas, la mujer que él había idealizado en Abisag.

A la primer escena de esta historia, la titulé: “EL AMOR CULTIVADO” (1:1-2:7); en ella se resalta el amor que se cultiva, alimenta y fortalece, con palabras bonitas, suaves y románticas. Ella es única para él, y él es único y señalado entre diez mil, para ella. Y termina con el conjuro, que nos manda a no despertar el amor, que es un lindo sueño, ni hacernos del rogar hasta que queramos.

El segundo episodio fue: “UN AMOR DESCUIDADO”. (2:8-3:5) En donde la sunamita reconoce: “Me pusieron a guardar las viñas y mi viña que era mía no guardé” (1:6). Y el consejo: “Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas que echan a perder las viñas” (2:15). Pues son esos pequeños detalles y descuidos, los que echan a perder el romance y la armonía familiar.
La tercer escena, yo la llamé: “EL AMOR PERDIDO” (3:6-5:8). Inicia hablando del cortejo de bodas de Salomón, y alaba a su amada (Cap.4), mientras realiza su viaje. Cuando llega al aposento, ella está dormida, y aunque su corazón está velando, no tiene ganas de despertarse y atender a la voz de su amado; al contrario le replica. El amado la desea tanto, intenta convencerla de que le abra la puerta, pero todo es inútil; ella se conmueve al verlo meter la mano por la ventanilla. Y cuando al fin, se decide atenderlo, ya era demasiado tarde. Lamentablemente, ella sale a buscarlo, pero ya no lo encuentra; lo llama, pero ahora ya no hay respuesta.
“EL AMOR AÑORADO”, es la última escena. En el cual encontramos a la amada conjurando a las doncellas de Jerusalén, para que si encuentran a su amado, le digan que ella está enferma de amor. Lo que despierta la curiosidad de todas las doncellas, y preguntan: ¿Qué es tú amado más que otro amado, que así nos conjuras?; y es entonces cuando ella comienza a alabar y a describir a su amado, el cual es, dice ella: “blanco y rubio, señalado entre diez mil. Su cabeza como oro finísimo; sus cabellos, sus ojos, sus mejillas, sus labios, sus manos, su cuerpo, sus piernas, su aspecto, su paladar, dulcísimo, y todo él codiciable” (5:10-16). Esta descripción despierta la curiosidad y codicia de todas las mujeres, las cuales responden: “¿A dónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de todas las mujeres? ¿A dónde se apartó tu amado, y lo buscaremos contigo?” (6:1). El problema es que, a pesar de que ella reclama los derechos sobre él, diciendo: “Yo soy de mi amado, y mi amado es mío” (6:3); es demasiado tarde; pues para entonces, Salomón, ha buscado en muchas otras mujeres, la mujer virtuosa y perfecta, que él mismo había idealizado; y que era imposible encontrar: “sesenta son las reinas y ochenta las concubinas, y las doncellas sin número; más una es la paloma mía…” (6:8-9). Y a pesar de que ella fue el amor de su vida, un amor platónico e idealizado; era también, por causa de sus mismas palabras, un amor prohibido. Amor que marcó su vida, amor que jamás logró olvidar, y que ninguna otra pudo reemplazar. Amor al cual tiene que renunciar, a pesar de que ella lo añora y le ruega que regrese; y a cuyos brazos él anhela regresar (7:10-8:3). Este cuarto episodio termina también con el mismo conjuro: “No despertéis ni hagáis velar el amor, hasta que quiera” (8:4)

CONCLUSION.
¿Qué aprendemos de este libro? Primeramente a entender que el amor que perdura es aquel que se cultiva con palabras de amor, admiración, respeto y reconocimiento; hasta el punto de que ese enamoramiento se convierta en un dulce sueño, del cual no debemos despertar, y cuando se nos da, no lo debemos rechazar. Algo triste de aprender en esta historia, es el saber que fueron los mismos dichos de Salomón, aquellos que enamoraron, y conquistaron el corazón de la sunamita, los mismos que en un momento de celos, los cuales, según sus mismas palabras: “duros como el sepulcro los celos” (8:6); los que mataron su ilusión y su esperanza; pues lo ataron e impidieron que aquel que pudo ser un maravilloso amor, se convirtiera en un amor prohibido, culposo y tormentoso. Razón por lo cual, en múltiples ocasiones, repite Salomón: “la vida y la muerte están en poder de la lengua”; y nos amonesta a cuidarnos de quedar enlazados con los dichos de nuestra boca.

tra enseñanza que debemos aprender, es a cuidarnos de idealizar a la pareja virtuosa y/o perfecta; porque hará estragos en nuestra imperfecta vida y en nuestras relaciones. Recordemos que todos los imperfectos seres humanos, solamente podremos ser justificados por el manto de amor, que es el único capaz de cubrir nuestros múltiples y enormes errores.Y por último, la mejor enseñanza de este libro, es aprender el poder del amor, el cual es capaz de trascender y superar todas las adversidades. Salomón lo describe como “más fuerte que la misma muerte”; y dice que es como un gran fuego, al cual, ni las muchas aguas podrán apagar, ni lo ahogarán los ríos (8:7). Y es que su experiencia fue que jamás pudieron apagar la llama de aquel amor. Salomón jamás dejó de amar a la sunamita, y la sunamita jamás dejó de amarlo. ¡WOW! Esta es la maravillosa historia de un gran amor, amor eterno, que nada ni nadie pudo lograr extinguir.
Este si que es un amor capaz de todo, aun de renunciar a lo que más amas y deseas, con tal de proteger y no hacer daño, a quien amas tanto. Salomón tenía una viña maravillosa en la cual había conocido al amor de su vida, y en ella había pasado los momentos más felices; y se la regaló a ella, para que fuese su pensión y sostenimiento. Salomón la rentaba a sus guardias; cada uno de ellos debía pagarle mil monedas de plata por su fruto (8:11). Pero a ella, le interesaba él y no la viña, su compañía y no su pensión, y le dijo: “Mi viña, que es mía, está delante de mí; las mil serán tuyas, oh Salomón, y doscientas para los que guardan su fruto. Oh, tú que habitas en los huertos, los compañeros escuchan tu voz; házmela oír. Apresúrate, amado mío, y sé semejante al corzo, o al cervatillo, sobre las montañas de los aromas.” (8:12-14). Con estas palabras termina el libro de Cantares. ¡WOW! ¡El amor! ¡El amor! Capaz de darlo todo y darse a sí mismo, hasta la misma muerte por quien amas. Dios nos permita ser capaces de amar con ese amor eterno que solo El puede perfeccionar en nosotros.

Pbro. Miguel De León Flores

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