Estudio: Verdaderamente libres 1 LA LUCHA DE LA CARNE Y EL ESPIRITU
""y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres… todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado… así que si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres" Juan 8:33-36
En esta edición iniciamos una nueva serie de estudios, titulada: "Verdaderamente libres". Y el propósito es lograr a través de la Palabra de Dios, después de leerla, escucharla y seguir las instrucciones que Dios nos da en ella, disfrutar en todas las áreas de nuestra vida, de esa verdadera y plena libertad, que Cristo ya ganó para nosotros en la cruz del calvario. Libertad que por causa de la ignorancia vemos mermada, pero que será una realidad cuando conozcamos la verdad que Dios nos revela a través de su Santa Palabra. Pues Jesús dijo: "Si vosotros permaneciereis en mi Palabra seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" Jn. 8:31-32
¿Qué es la libertad? La libertad es la facultad del hombre para tomar sus propias decisiones. Es el derecho que Dios le otorgó al ser humano, desde el momento mismo de la creación, para hacer y decir todo aquello que desee; siempre y cuando no afecte las leyes, buenas costumbres y los derechos de los demás. La libertad que Dios dio a todos los seres humanos de la tierra, sin importar su origen, lenguaje, credo, color de la piel o posición económica.
Libertad es lo contrario a la esclavitud; ¿Qué es la esclavitud? La esclavitud es la sujeción excesiva por medio de la cual se somete y coarta la libertad, y los derechos de otra persona; de modo que la persona que es esclava no puede ejercer su derecho para realizar o expresar lo que siente o quiere hacer. Una persona esclava, tiene su voluntad sometida a la voluntad de otro más fuerte y poderoso que él; convirtiéndose en una atadura que afecta todas las áreas de su ser. De manera que la esclavitud, puede ser física, emocional y también espiritual. Nosotros que vivimos en un país maravilloso y libre, como lo es nuestro amado "México lindo y querido", tierra en la que todo aquel que la pisa puede gozar de plena libertad. Libertad por la cual lucharon y derramaron su sangre nuestros héroes. Libertad en la que nos gozamos y celebramos cada mes de septiembre. Pero en la que desgraciadamente, hay miles de personas que viven en condiciones infrahumanas; atados y esclavizados a una cama, debido a una enfermedad, otros al alcohol, las drogas, la prostitución, la homosexualidad, al mal carácter, al pecado, a maldiciones que llevan cargando de generación a generación.
De esta clase de ataduras o esclavitud espiritual y emocional es de la que habla el apóstol Pablo en su Carta a los Romanos, cuando les dice: "Porque sabemos que la ley es espiritual; más yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco eso hago" Y también: "Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer hacer el bien está en mí pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero; sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí". Romanos 7:14-15; 18-20.
Hace algunos años me impresionó la confesión de un violador, quien después de cometer su incalificable acto con una niña de 9 años; para encubrir su crimen, la estranguló y la ocultó bajo una alcantarilla. Cuando este violador fue aprehendido, y tras 6 horas de interrogación confesó su crimen, hizo la siguiente declaración: "¿Cuál es la razón para qué un hombre actúe como yo? Quiero orar y demás, y deseo en mi interior ser el mejor cristiano del mundo; pero exteriormente soy un maníaco y no puedo controlar esa parte externa de mi persona. No sé porqué". Esta persona tenía problemas para obedecer a esa otra voz interior, ya que la policía lo había ya arrestado anteriormente, al menos media docena de veces. Sin embargo este hombre reconocía que en su interior se libraba una batalla entre dos fuerzas opuestas: una del bien y la otra del mal.
Sigmund Freud admitía la existencia de ese conflicto activo en el cerebro. Y esta escuela freudiana de psicoanálisis cree que dicho conflicto psicológico es la fuente de la mayor parte de los trastornos síquicos humanos.
Para el médico Karl Menninger el problema radicaba en la existencia de dos fuerzas interiores, y se refería a las mismas como: "instintos de vida" e "instintos de muerte". El primero actúa, decía él, buscando conservar la vida propia y la de los demás; mientras que la segunda intenta destruirla.
Para Carlos Jung, fundador de la psicología analítica, la neurosis era causada por la batalla entre dos agentes contendientes: "El conflicto puede estar, dice Jung, entre el hombre sensual y el espiritual…de modo que la neurosis es una disociación de la personalidad; y su curación se puede calificar de problema religioso".
Bueno, en la actualidad los psicólogos y siquiatras modernos continúan trabajando para contestar la pregunta de aquel asesino sexual: "¿Cuál es la razón para qué un hombre actúe de esta manera?".
Para muchos seres humanos comunes y corrientes; esta situación ambivalente es inexplicable; sin embargo, sienten y sufren los estragos de la lucha entre estas dos fuerzas interiores: una buena y otra mala.
ara el Apóstol Pablo, cientos de años antes de que la medicina reconociera la existencia de estas dos fuerzas que luchan dentro del corazón del ser humano; escribiéndoles a los gálatas, les ilustra muy bien este problema espiritual del ser humano.
Allí encontrarás una alegoría entre Sara y Agar, mujeres de Abraham, las cuales le concibieron, cada una su propio hijo: de Sara, la mujer libre nació Isaac, el hijo de la promesa, y concebido en la perfecta voluntad de Dios. Mientras que el otro hijo, Ismael, hijo de la esclava, fue concebido fuera de la voluntad de Dios; o sea, concebido en la carne. Bien, pues estos dos hijos provocaron un gran conflicto a Abraham, porque: "El que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu" Y Pablo añade: "así también ahora" (Gal. 4:29). Para Pablo, nuestro problema radica en esa lucha interior, en ese dilema para obedecer, a los deseos de la carne o a la voluntad de Dios.
Con vergüenza debemos reconocer que hay muchas cosas que hemos permitido que nazcan en nuestra vida según la carne y no según el Espíritu. Y todas aquellas cosas que hemos concebido en la carne, fuera de la voluntad de Dios; tarde que temprano nos van a ocasionar problemas serios que nos impedirán disfrutar de la verdadera libertad y promesa que Dios tiene para nosotros. Pero ¿Cuál fue el remedio para el conflicto de Abraham; para decidir y solucionar ese problema entre el fruto nacido en la carne (Ismael) y el nacido de la promesa (Isaac)? "Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre" (Gal. 4:30). Es decir, jamás podremos disfrutar de las promesas de Dios en nuestra vida, mientras mantengamos en nuestro corazón todas aquellas cosas que algún día fueron concebidas en la carne. Ahora ¿Sería fácil para Abraham renunciar a su hijo amado Ismael, con el cual había convivido durante 17 años? Claro que no. Sin embargo, llegó el momento de decidir ponerle fin a ese tormento interior; renunciar a lo que le ataba, esclavizaba y atormentaba para poder disfrutar de la libertad y bendiciones de la promesa de Dios.
"De manera hermanos, que dice Pablo - no somos hijos de la esclava sino de la libre" (Gal. 4:30-31). "Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis" (Gal. 5:17).
Jesús nos dice: "De cierto de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado" Juan 8:34.
Con vergüenza tenemos que reconocer que muchas veces, cuando hemos tenido que decidir sobre alguna cuestión moral, siempre habrá en algún rincón del cerebro la tentación de decir alguna "mentirita blanca", y el razonamiento ha sido: "al fin y al cabo todos lo hacen". Pablo nos describe vívidamente, este estado natural en el que el hombre es controlado por una fuerza superior a su voluntad, cuando dice: "Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago".Y reconoce: Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí… Y termina exclamando: ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Rom. 7:18-24.
Pablo reconoce que el problema del hombre radica en un mal llamado pecado. Y tanto Abraham, Pablo y el mismo asesino sexual del que hablamos se enfrentaron a este mismo dilema; dilema que los sicólogos, siquiatras, filósofos, religiosos y humanistas han intentado descifrar: ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? .El verdadero problema es, que si fracasamos en encontrar la respuesta a este dilema, fracasaremos todos los días de nuestra vida.
Pero, la buena noticia que Dios tiene para nosotros se llama Jesucristo, el cual nos promete: "Si el hijo os libertare seréis verdaderamente libres". Y tenemos que apelar a Su gracia y misericordia, porque para esto apareció el Hijo de Dios: Para deshacer las obras del diablo. Y este es el plan y propósito de Jesucristo, que todos nosotros podamos vivir y disfrutar de vida y libertad abundantes.
En oración preséntale a Dios aquellas áreas de tu vida en las cuales has estado luchando y de las cuales no has podido liberarte. Clama a la gracia, misericordia y perdón de Cristo, el cual te ayudará en cada área vulnerable de tu vida, para que seas verdaderamente libre.
Pbro. Miguel De León Flores
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