Friday, September 14, 2007

Estudio bíblico LA NECESIDAD DE UN CORAZON HUMILDE


¿Será posible que una persona que ama a Dios, hace lo recto ante sus ojos, persiste en buscarle y es prosperado en todo lo que hace; pueda ser destruido por causa de su soberbia? ¿Será posible que una persona que ha quebrantado los mandamientos de Dios, si escucha la amonestación, se humilla, y se aparta, alcance misericordia? Este es el tema de hoy: La importancia del corazón humilde.
Jesús no quiere que los que hemos creído en El, nos conformemos con ser simplemente creyentes, sino que lleguemos a ser verdaderamente sus discípulos. Y el requisito para serlo, es estar dispuesto a escuchar, obedecer y permanecer en Su Palabra.

Solo cuando conocemos Su Palabra, conoceremos la verdad, verdad que pone al descubierto todas las áreas oscuras de nuestro ser, que nos atan, nos hacen sufrir vidas miserables y nos impiden disfrutar de una vida abundante en Cristo. El anhelo de Jesús es tener discípulos bendecidos; que por un lado estén libres de la maldición y ataduras del pecado, vicios, amarguras, prejuicios, mentiras y soberbias; y por otro lado, siendo libres, puedan ser felices. Es indispensable que los cristianos disfrutemos vidas libres, felices y ejemplares, porque de esa manera, podremos inspirar y motivar a los que aun viven en tinieblas, a conocer la luz verdadera.

Desgraciadamente, el problema de las tinieblas y las consecuencias del pecado, no son un problema exclusivo de los que no conocen o han recibido a Cristo como su Salvador; sino que es también una triste realidad, de muchos que creen en Jesús y quieren ser sus discípulos, pero son esclavos de su orgullo y los prejuicios, por no reconocer la verdad declarada en Su Palabra. Así que el primer requisito de Dios para ser libres, es tener un corazón dispuesto a ser enseñado por El. Un corazón humilde, capaz de escuchar, aceptar, reconocer y enmendar sus errores, y día tras día poner su mejor esfuerzo para agradar al que lo llamó a ser su discípulo.
El primer personaje del cual hablaremos, es del rey Uzías. Esta historia la encontramos en 2 Crónicas 26. Uzías comenzó a reinar sobre Judá cuando tenía apenas 16 años de edad, pero, a pesar de su temprana edad, era un joven que amaba a Dios, y se propuso hacer lo recto ante Sus ojos. Sin amedrentarse a causa de sus enemigos, persistió en buscar a Dios; así que en todos los días en que él se esforzó en buscar a Dios, “él le prosperó” (26:5). Cuando salió a pelear contra sus enemigos, “Dios le dio ayuda contra los filisteos, y contra los árabes que habitaban en Gur-baal, y contra los amonitas. Y dieron los amonitas presentes a Uzías, y se divulgó su fama hasta la frontera de Egipto; porque se había hecho altamente poderoso.” (26:7-8).”Asimismo edificó torres en el desierto, y abrió muchas cisternas; porque tuvo muchos ganados, así en la Sefela como en las vegas, y viñas y labranzas, así en los montes como en los llanos fértiles; porque era amigo de la agricultura” (26:10). Por haber propuesto en su corazón buscar a Dios, fue prosperado en todas las cosas que emprendió, y tuvo un poderoso ejército de guerra, con el cual ganó innumerables batallas. También tuvo ingenieros que inventaron máquinas para que estuvieran sobre las torres, para lanzar saetas y grandes piedras. “Y su fama se extendió lejos, porque fue ayudado maravillosamente, hasta hacerse poderoso” ( 26:15b).
¡Es fascinante la bendición que Dios trae sobre sus hijos cuando disponemos nuestro corazón para buscarle y hacer lo recto! Sin embargo, ni todas las cosas que tú y yo hayamos hecho para Dios, ni las abundantes bendiciones que hemos recibido, garantizan el día de hoy, la calidad de nuestro corazón. No, no te alarmes. Hay muchas cosas que tal vez hemos hecho por Dios y para Dios; y múltiples las bendiciones que por pura gracia, diariamente Dios ha derramado sobre nuestras vidas; sin embargo, lo que a Dios le interesa probar en nosotros es la calidad de nuestro corazón.

Dios prueba nuestros corazones. Cuando Uzías hizo lo recto ante Dios y persistió en buscarlo, Dios lo prosperó, y fue ayudado maravillosamente, hasta hacerse muy poderoso. Y una vez que lo hubo bendecido y prosperado, Dios probó la calidad de su corazón. Dios prueba nuestros corazones de la manera que El desea. A algunos nos prueba como a Job, a través de problemas, desgracias y enfermedades; pero a otros, como a Uzías, los prueba Dios a través de la prosperidad y la fama. Ahora, lo importante no es el medio que Dios utiliza, sino la calidad de nuestro corazón para responder correctamente a la prueba, de tal manera que salgamos aprobados. Otra cosa que debemos entender en cuanto a las pruebas, es que son necesarias e indispensables, si deseamos un ascenso: en la educación, el área laboral, pero también en nuestra vida personal y espiritual. Recuerda que antes de recibir una bendición más grande, por lo general, viene alguna prueba; si la pasamos, habrá recompensa, pero si no la pasamos …?

El problema de Uzías fue, que al igual que el rey Saúl, no pasaron la prueba. La prosperidad y la fama cegaron sus corazones y les impidieron ver que todo lo que habían recibido era insignificante, en comparación con la gloriosa bendición que Dios les tenía reservada. Que lo que habían recibido, solo era para probar sus corazones y hacerles entender, que a los que son fieles en lo poco, Dios un día los pondrá en lo que es mucho.
Desgraciadamente, la Biblia nos dice de Uzías: “Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar del incienso” (26:16).

¡Qué lástima! Cuando Dios lo prosperó y estaba a punto de confiarle las riquezas eternas; su corazón enaltecido y rebelde, le impidió pasar la prueba. El problema no terminó aquí. El problema fue que cuando el sacerdote Asarías, acompañado de otros ochenta sacerdotes, se pusieron en contra de Uzías y le dijeron: “No te corresponde a ti, oh Uzías, el quemar incienso a Jehová, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que son consagrados para quemarlo. Sal del santuario, porque has prevaricado, y no te será para gloria delante de Jehová Dios. Entonces Uzías, teniendo en la mano un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira; y en su ira contra los sacerdotes, la lepra le brotó en la frente,…” (26:18-19).

A pesar de que a menudo no pasamos la prueba, Dios nos da la oportunidad de reconocer nuestros errores, arrepentirnos y enderezar el rumbo. El problema es cuando, cegados por el orgullo y la falta de humildad, nos enojamos y nos negamos a reconocer nuestras faltas. Es triste el final de esta historia. El hombre que Dios había prosperado, bendecido y ayudado hasta hacerlo poderoso, no pasó la prueba de la humildad al ser amonestado, y murió leproso.

Por otro lado tenemos la historia del rey David. Un rey que cometió los mismos errores y aun peores que los cometidos por los dos reyes anteriormente mencionados. ¿Por qué Dios perdonó y le dio otras muchas oportunidades a David, si al igual que el rey Saúl y Uzías también cometió los mismos pecados? Si recuerdas, la primera vez que Saúl fue amonestado por el profeta Samuel, y advertido de que su reino, Dios se lo entregaría a otro mejor que él; fue el día que él se adelantó para ofrecer a Dios un sacrificio; el cual no le era permitido realizar, ni aun siendo el rey, solamente a los sacerdotes. Y como lo hemos visto, el rey Uzías, hizo lo mismo que Saúl; ambos desearon hacer una ofrenda para Dios, pero usurparon una función que no les correspondía y al ser amonestados, no mostraron un corazón humilde, por eso fueron desechados y castigados por Dios.

Es interesante observar que ni Saúl, ni Uzías fueron desechados por Dios por quebrantar alguno de los diez mandamientos. Su pecado fue querer servir a Dios y ofrecer un sacrificio que a ellos no les correspondía ofrecer. Pero, ¿Por qué Dios trata a David de manera diferente, si también hizo lo mismo? David llevó el arca del pacto, la cual solo debería ser llevada por los sacerdotes y debería estar en el lugar santísimo, lugar al cual solo tenía acceso el sumo sacerdote, una vez al año. David llevó el arca a su casa, y la puso bajo una tienda que él mismo había levantado. Luego sacrificó holocaustos y ofrendas de paz y bendijo al pueblo en el nombre de Jehová (2 Sam. 6:17-18) ¿Por qué Dios trata diferente a David, si David no es de la tribu de Leví, ni es sacerdote? Ahora, esto no es lo peor, ni lo más escandaloso; el problema fue que David, él sí quebrantó 4 de 10 de los mandamientos de Dios: Codició la mujer de su prójimo, robó la mujer ajena, cometió adulterio con ella, mandó matar al esposo de aquella mujer. Ahora, si el pecado de David fue mayor y más escandaloso que el de Saúl y Uzías juntos, ¿Por qué Dios no perdonó a los primeros y a este último sí?

Recuerda que antes del ascenso o descenso ha de venir la prueba. Y aun cuando reprobemos el examen, de la actitud de nuestro corazón dependerá el que Dios permita que nos vayamos a los extraordinarios. Tanto a Saúl como a Uzías, Dios les dio la misma oportunidad que a David; solo que el corazón de David, a pesar de haber cometido pecados más perversos, respondió de manera diferente: Cuando el profeta Natán descubre los pecados que David pensaba que estaban ocultos, y le reprende diciendo: “¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón. Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, …. Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa…” (2 Sam 12:9-12) Y le advirtió que lo que David había hecho en secreto, Dios lo castigará en público.

Amigos, no nos equivoquemos, Dios no hace acepción de personas, ni tiene favoritismo por nadie: “el alma que pecare ciertamente morirá”. Dios reprende, al igual que a Saúl y a Uzías, a David, y también le revela las consecuencias de su pecado. Sin embargo la actitud y reacción de David fue muy diferente a la de los primeros. David respondió al profeta: “Pequé contra Jehová” (12:13). Mientras que Saúl encubrió su pecado y lo disfrazó racionalizándolo, justificándolo y proyectándolo sobre los que le rodean; y Uzías, se llenó de ira al ser reprendido por el sacerdote. Pero David humildemente reconoció su pecado, y lo confesó. Y cuando el corazón de David fue probado por Dios; Dios encontró que el corazón de su hijo David, a pesar de ser tan pecaminoso y perverso como los de los demás seres humanos, era un corazón humilde, que reconoció y confesó su pecado, antes que encubrirlo. Y un corazón contrito y humillado no despreciará Dios jamás.

¿Sabes que aconteció cuando David reconoció y confesó humildemente su pecado? “Natán dijo a David: También Jehová a redimido tu pecado; no morirás” (12:13). Y es que no es lo que hagamos o dejemos de hacer lo que cautiva el corazón de Dios; sino la actitud de nuestro corazón, es lo que marca la diferencia. A partir de ese día la oración de David, fue, una que debería ser la nuestra todos los días de nuestra vida: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mi camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmo 139:23-24) Porque “¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos”. (Salmo 19:12).

Pbro. Miguel De León

1 Comments:

At 10:08 AM, Blogger Eli Mar Oberto said...

muy bueno el estudio. Dios le continúe usando y bendiciendo

 

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