DE SUBIDA
¿Has escalado una montaña? Algunos con tan solo verla, nos desanimaríamos a trepar. Nos dan miedo las alturas, porque le tememos a las caídas, y preferimos no elevarnos para no golpearnos. Subir es difícil, bajar es facilísimo. Subir, implica dejar la tierra, nuestra seguridad y cuesta mucho trabajo. Todo el tiempo tienes que hacer fuerza, ver bien en donde pisas y de donde te agarras. Es un deporte extremo, toda una aventura, llena de emociones y sobresaltos. Se recomienda no subir solo, buscar un compañero, de preferencia, que trepe mejor que nosotros, que nos aviente una cuerda desde arriba y hasta nos jale, así será más sencillo llegar. Y una vez arriba, no importa si lo lograste solo o alguien te ayudó, estar en la cima debe ser fabuloso, el éxito.
La cumbre nos ofrece un panorama diferente de las cosas, más amplio y completo; vez las cosas pequeñitas y todo se pone al descubierto, se aclara; el aire es más limpio y fresco. Se acaba el miedo, te sientes libre y seguro. Definitivamente vale la pena subir, es mejor estar arriba que abajo.
Dios es el Alto y Sublime, El habita en la altura, y la santidad (Isaías 57:15) y sin santidad nadie lo puede ver (Hebreos 12:14). Para estar en Su presencia, necesitas subir a Su monte santo. Proverbios 15:24 dice: El camino de la vida es hacia arriba al entendido, para apartarse del Seol abajo. El camino a Dios, es difícil, porque hay que escalar, pero vale la pena el esfuerzo.
Lo que nos da miedo cuando vamos de subida, no es la cima, sino el precipicio, por eso necesitamos no mirar hacia atrás y poner nuestra mirada en las cosas de arriba, no en las de la tierra (Colosenses 3:2). Mucha gente no se acerca a Dios por temor a dejar las cosas terrenales, y eso es, porque no saben que las cosas espirituales nos ofrecen más, no importa que sea un reto para nuestra carne, la búsqueda de la santidad.
No debes desertar por creer que no podrás subir, pues no lo harás solo, de hecho estamos muy bien asegurados, Dios nos ha lanzado una cuerda, y nos ha rodeado de amor con ella, todo el tiempo Jesús está con nosotros. Además dice Su Palabra que El, nos ciñe de fuerza, y despeja nuestro camino, de tal manera que hace nuestros pies como de ciervas, nos hace estar firmes sobre las alturas (2 Sam. 22: 33-34 Habacuc 3:19).
Job, en el cap. 31:4, preguntaba: ¿No ve El mis caminos, y cuenta todos mis pasos? Y la respuesta es: si. Dios es omnipresente, lo que quiere decir, que está en todos lados. Por eso te invito a que confíes en El, de corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Que lo reconozcas en todos tus caminos, para que El enderece tus veredas. Que no seas sabio en tu propia opinión; sino que temas a Dios, y te apartes del mal (Proverbios 3: 5-7).
No sabes, ¿cómo trepar al monte santo?, ¿qué camino escoger para no resbalar y caer? Isaías te da la respuesta: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas (2:3). En otras palabras, ve a la iglesia, congrégate, escucha la Palabra, participa en la adoración, sé parte del pueblo de Dios, apártate del mundo y conságrate a Dios.
Dios le pidió a Su pueblo conquistar la tierra prometida, guardando Sus mandamientos, andando en sus caminos y temiéndole. Les prometió introducirlos a la buena tierra, de fuentes y de manantiales de agua; tierra de frutos; tierra de miel; donde no comerían el pan con escasez, ni les faltaría nada; tierra productiva, pues comerían y se saciarían, y bendecirían a Dios por ello (Dt.8:6-9). Andar por las sendas de Dios, es apartarse de los senderos torcidos. De esos caminos, fáciles de transitar, que al hombre le parecen derechos; pero su fin es camino de muerte. (Proverbios 14: 12).
En Isaías 35: 8, Dios nos promete que nos señalará el camino de la santidad; que por allí no pasará el inmundo, porque la misma Presencia de Dios nos acompañará; y el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará. No habrá allí león, ni fiera subirá por él, para que caminen los redimidos. Que alegría y gozo perpetuo será sobre nuestras cabezas; y la tristeza y el gemido, huirán.
Al principio el camino es difícil, pero llega un momento, en que aprendemos a andar en la Presencia de Dios, que todo se nos hace más fácil; que no nos cuesta tanto trabajo dejar las cosas que no nos convienen y que disfrutamos el camino por donde Dios nos lleva.
Ver la vida a través de Sus ojos, nos da otra perspectiva de las cosas que nos suceden.
Por eso, el impío debe dejar su camino, y el inicuo sus pensamientos, y volverse a Dios, que es misericordioso, y amplio en perdonar. Dios piensa diferente a nosotros, sus caminos son más altos que los nuestros (Isaías 55:7-9) y quiere que transitemos por ellos, que entramos por la puerta estrecha y el camino angosto y difícil que nos lleva a El; porque muchos se están perdiendo por entrar por la puerta ancha y el camino espacioso que lleva a la perdición (Mateo 7:13). Hay muchos caminos en está vida, pero ninguno de ellos te lleva a Dios, solo Jesús, él dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí (Juan 14:6), y abrió el camino nuevo y vivo, rompiendo el velo que nos impedía llegar a la presencia de Dios (Hebreo 10:20).
Espero que estés buscando la santidad, que vayas de subida, y no de bajada, retrocediendo, porque el camino se te hizo difícil. Recuerda que si miras atrás te puedes caer, porque el precipicio te atraerá como un imán, el miedo puede paralizarte, y hacerte perder el sentido de lo que quieres: ir arriba o descender, y el mejor lugar está en las alturas, en la presencia de Dios, en donde está la plenitud de gozo y las delicias de la vida eterna (Sal. 16:11).
La cumbre nos ofrece un panorama diferente de las cosas, más amplio y completo; vez las cosas pequeñitas y todo se pone al descubierto, se aclara; el aire es más limpio y fresco. Se acaba el miedo, te sientes libre y seguro. Definitivamente vale la pena subir, es mejor estar arriba que abajo.
Dios es el Alto y Sublime, El habita en la altura, y la santidad (Isaías 57:15) y sin santidad nadie lo puede ver (Hebreos 12:14). Para estar en Su presencia, necesitas subir a Su monte santo. Proverbios 15:24 dice: El camino de la vida es hacia arriba al entendido, para apartarse del Seol abajo. El camino a Dios, es difícil, porque hay que escalar, pero vale la pena el esfuerzo.
Lo que nos da miedo cuando vamos de subida, no es la cima, sino el precipicio, por eso necesitamos no mirar hacia atrás y poner nuestra mirada en las cosas de arriba, no en las de la tierra (Colosenses 3:2). Mucha gente no se acerca a Dios por temor a dejar las cosas terrenales, y eso es, porque no saben que las cosas espirituales nos ofrecen más, no importa que sea un reto para nuestra carne, la búsqueda de la santidad.
No debes desertar por creer que no podrás subir, pues no lo harás solo, de hecho estamos muy bien asegurados, Dios nos ha lanzado una cuerda, y nos ha rodeado de amor con ella, todo el tiempo Jesús está con nosotros. Además dice Su Palabra que El, nos ciñe de fuerza, y despeja nuestro camino, de tal manera que hace nuestros pies como de ciervas, nos hace estar firmes sobre las alturas (2 Sam. 22: 33-34 Habacuc 3:19).
Job, en el cap. 31:4, preguntaba: ¿No ve El mis caminos, y cuenta todos mis pasos? Y la respuesta es: si. Dios es omnipresente, lo que quiere decir, que está en todos lados. Por eso te invito a que confíes en El, de corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Que lo reconozcas en todos tus caminos, para que El enderece tus veredas. Que no seas sabio en tu propia opinión; sino que temas a Dios, y te apartes del mal (Proverbios 3: 5-7).
No sabes, ¿cómo trepar al monte santo?, ¿qué camino escoger para no resbalar y caer? Isaías te da la respuesta: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas (2:3). En otras palabras, ve a la iglesia, congrégate, escucha la Palabra, participa en la adoración, sé parte del pueblo de Dios, apártate del mundo y conságrate a Dios.
Dios le pidió a Su pueblo conquistar la tierra prometida, guardando Sus mandamientos, andando en sus caminos y temiéndole. Les prometió introducirlos a la buena tierra, de fuentes y de manantiales de agua; tierra de frutos; tierra de miel; donde no comerían el pan con escasez, ni les faltaría nada; tierra productiva, pues comerían y se saciarían, y bendecirían a Dios por ello (Dt.8:6-9). Andar por las sendas de Dios, es apartarse de los senderos torcidos. De esos caminos, fáciles de transitar, que al hombre le parecen derechos; pero su fin es camino de muerte. (Proverbios 14: 12).
En Isaías 35: 8, Dios nos promete que nos señalará el camino de la santidad; que por allí no pasará el inmundo, porque la misma Presencia de Dios nos acompañará; y el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará. No habrá allí león, ni fiera subirá por él, para que caminen los redimidos. Que alegría y gozo perpetuo será sobre nuestras cabezas; y la tristeza y el gemido, huirán.
Al principio el camino es difícil, pero llega un momento, en que aprendemos a andar en la Presencia de Dios, que todo se nos hace más fácil; que no nos cuesta tanto trabajo dejar las cosas que no nos convienen y que disfrutamos el camino por donde Dios nos lleva.
Ver la vida a través de Sus ojos, nos da otra perspectiva de las cosas que nos suceden.
Por eso, el impío debe dejar su camino, y el inicuo sus pensamientos, y volverse a Dios, que es misericordioso, y amplio en perdonar. Dios piensa diferente a nosotros, sus caminos son más altos que los nuestros (Isaías 55:7-9) y quiere que transitemos por ellos, que entramos por la puerta estrecha y el camino angosto y difícil que nos lleva a El; porque muchos se están perdiendo por entrar por la puerta ancha y el camino espacioso que lleva a la perdición (Mateo 7:13). Hay muchos caminos en está vida, pero ninguno de ellos te lleva a Dios, solo Jesús, él dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí (Juan 14:6), y abrió el camino nuevo y vivo, rompiendo el velo que nos impedía llegar a la presencia de Dios (Hebreo 10:20).
Espero que estés buscando la santidad, que vayas de subida, y no de bajada, retrocediendo, porque el camino se te hizo difícil. Recuerda que si miras atrás te puedes caer, porque el precipicio te atraerá como un imán, el miedo puede paralizarte, y hacerte perder el sentido de lo que quieres: ir arriba o descender, y el mejor lugar está en las alturas, en la presencia de Dios, en donde está la plenitud de gozo y las delicias de la vida eterna (Sal. 16:11).
Marisa Valle
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