SUELTA TU CARGA
SUELTA TU CARGA
Angélica García Sch.
Un hombre iba por un camino con un pesado costal de papas sobre sus espaldas. Caminaba lenta y sufridamente, pero no soltaba su carga. Dios, que lo veía, le preguntó: "¿Hacia dónde vas con ese costal de papas?". El hombre miró hacia el cielo y le respondió insolentemente: "¿Por qué me preguntas si tú lo sabes todo?". Con una sonrisa benevolente, le dijo Dios: "Porque quiero que tú me lo digas"...
En otro lugar, alejado de allí, otro hombre iba por otro camino cargando una pesada carretilla llena de ladrillos. Dios, que lo veía le preguntó: "¿Hacia dónde vas con esa carretilla?". El hombre miró hacia arriba y respondió: "Voy al pueblo". Dios le dijo: "¿Quiéres que te ayude con esa carga?". El hombre le contestó: "Puedo solo"...
En otro lugar, al otro lado del mundo, un hombre iba por un camino, arrastrando un montón de leña atado con una cuerda. Dios, que lo veía, le dijo: "¿Hacia dónde vas con esa leña?". El hombre respondió: "La llevo a mi casa al otro lado de ese cerro". "Es lejos-le dijo Dios- ¿Quiéres que te ayude?". El hombre, accedió y Dios bajó del cielo, tomó la cuerda y cargó la leña a sus espaldas. Poco habían caminado, cuando el hombre le quitó la leña a Dios y la volvió a cargar él mismo. Dios siguió caminando a su lado de todas maneras y un kilómetro más adelante, el hombre le volvió a entregar la leña para que El la cargara. Pero, más adelante, el hombre se la volvió a quitar al Señor y la cargó nuevamente y así siguió a lo largo del camino...
En otro lugar, muy lejos de allí, otro hombre iba por un camino llevando un pesado costal de arena. Dios, que lo veía, le dijo: "¿Hacia dónde vas con ese costal de arena?". El hombre respondió: "Tengo que llevárselo a mi patrón, que vive a 10 kms. de aquí". Le dijo Dios: "¿Quiéres que te ayude?". El hombre sonrió y le dijo: "¡Oh sí Señor, yo ya no puedo con esta carga!" y se la entregó. Siguieron caminando y el hombre le iba contando a Dios alegremente de su vida, de su familia y de su trabajo. Le hacía preguntas, le pedía opiniones, en fin, el hombre y Dios, conversando y conversando, llegaron al destino. El hombre ya no se había acordado más de su carga. El Señor mismo cumplió la encomienda de entregársela al patrón de aquel hombre. El hombre agradeció mucho la ayuda y el Señor le dijo que siempre que lo necesitara estaría allí para ayudarlo, solo tendría que decírselo y El lo escucharía. Así, el hombre se fue muy contento a su casa y le contó a su mujer de la maravillosa experiencia que había tenido y de lo bien que se sentía porque no se había cansado nada ese día, ya que Dios había sido quien había cargado ese pesado saco de arena por él...
¿Con cuál de estos cuatro hombres te sientes identificado(a)? ¿Eres como el primero que cuando tienes problemas y cargas, no tomas en cuenta a Dios o no quiéres tomarte la molestia de contárselo?...O ¿eres como el segundo hombre, orgulloso y soberbio, que no acepta la ayuda de nadie?. (A veces Dios quiere mandar la ayuda a través de alguno de sus hijos, pero por nuestro orgullo, no queremos decir nada a nadie de la congregación). O ¿eres como el tercer hombre, que entrega su carga a Dios, pero en realidad su fe no es tan grande como para olvidarse de ella y decide volverla a cargar él mismo una y otra vez? O ¿eres como el cuarto hombre que humildemente y con alegría acepta la ayuda de Dios y se olvida de su carga hasta el final del camino, porque confía en que El puede con esa carga, al punto de que él ya no tiene que preocuparse más por ella?...
Mucha gente que está en problemas y se dice creyente, no sabe descansar en Dios. Le piden a Dios, se lamentan con Dios, le lloran a Dios, pero no le sueltan su carga. Piensan que ellos son los que deben seguir soportando su peso. ¿Por qué cuando tenemos problemas y nos decimos creyentes, seguimos cargando con ellos? ¿Por qué a veces le decimos: "Señor, te entrego mis cargas", pero igual seguimos cargándolas nosotros?. Debemos seguir el ejemplo del cuarto hombre, dejar que Dios nos ayude con toda nuestra carga y descansar en El, esto quiere decir que simplemente ya no nos vamos a acordar de ella, que ya no vamos a sentir su peso, ¡porque ese peso lo está llevando el Señor!. Muchas veces cuando un hermano se encuentra en dificultades, le decimos que esté tranquilo, que deje todo en manos del Señor, que El le dará paz en medio de la tormenta, lo decimos muy fácilmente, pero, cuando las dificultades las tenemos nosotros mismos, nos retorcemos las manos, nos llenamos de ansiedad, nos desesperamos, en fin, ¡no practicamos lo que predicamos!. Necesitamos cambiar esa actitud, necesitamos ser cristianos convencidos de que Dios cumple Sus promesas.
"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar". Mateo 11:28
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