En este mundo en que vivimos, disponemos de tanta información, que sería lógico pensar que las adicciones, los juegos, el alcohol, las drogas y el sexo entre los jóvenes han disminuido, pero no es así, porque no estamos suficientemente informados. No nos damos tiempo para leer el periódico, escuchar las noticias en el radio o incluso verlas en la T.V. Usamos estos medios de comunicación para nuestro confort, solo como entretenimiento.
Con la idea de tener una mayor información, aproveché una invitación que se me hizo a una Conferencia, en la cual, el tema principal era "El aborto". Todos los presentes escuchamos atentos las palabras del conferencista, a quien le cambiaba el semblante, de sonriente a serio y solemne. Nos dijo, que el aborto era la interrupción de un embarazo, y nos comentó, acerca del desarrollo de un feto, como evolucionaba cada semana y que a los tres meses, es un ser humano completo, al que solo le hace falta crecer. Nos dio todos esos datos, para que fuéramos más objetivos sobre lo que se interrumpe exactamente, cuando deliberadamente se provoca un aborto. Y concluyó diciéndonos, que la mayoría de los abortos se realizaban entre la sexta y duodécima semana de gestación. Fue una plática interesante y amena, aunque noté que algunas personas se sintieron incómodas.
Este tema, a mi también me hizo reflexionar sobre los retos que hoy en día enfrentan nuestros hijos. La necesidad que tenemos como padres, de advertirles a los jóvenes acerca de los "enemigos" que tienen en el mundo, que los distrae, distorsionando los valores y promoviendo la irresponsabilidad.
Como cristianos, no debemos promover los métodos anticonceptivos entre nuestros hijos solteros (los cuales se encuentran al alcance de todos y que podrían evitar los embarazos en los menores), sino fomentar la santidad de sus cuerpos y enseñarles la bendición de llegar puros al matrimonio.
La mayoría de los abortos se practican en madres solteras, menores de 18 años, que si hubieran sido responsables de sus actos, se hubieran evitado ese dolor y sufrimiento. Lo increíble es que nadie organiza una reprensión clara para acabar con este mal.
¿Te has preguntado, si el aborto es un crímen? La mayoría de nosotros contestará en forma afirmativa, porque todos sabemos que un embrión llegará a ser un niño.
La Palabra de Dios, nos dice, en Deuteronomio 27:25 "Maldito el que recibiere soborno para quitar la vida al inocente. Y dirá todo el pueblo: Amén". Esta es una maldición o penalidad sobre un criminal a sueldo, que es en lo que se constituyen, los que practican el aborto; en mercenarios que reciben dinero por matar a los aún no nacidos, seres inocentes e indefensos. Job (10:8-11) nos describe cómo Dios hace al hombre, dice que sus manos nos hicieron y formaron, fue El quien nos vistió de piel y carne, y tejió nuestros huesos y nervios. La vida es un regalo de Dios y como tal debe ser apreciada y protegida.
Si la sangre de Abel (Gen. 4:10) clamó por justicia, cuando su hermano lo mató, imagina cuántos serán los gritos de los millones de bebés abortados. ¿Será por egoísmo, que no se les permite nacer? Gente que piensa en sí misma y no en ellos.
Hay una historia que nos habla de una mujer tuberculosa, con serios daños pulmonares que se embarazó por quinta ocasión. Vivía en condiciones miserables, su esposo era alcohólico, desempleado, con sífilis en tercer grado. Su primer hijo nació ciego, el segundo murió y los otros dos, padecieron también tuberculosis. A este niño, le esperaba un hogar disfuncional, enfermedad, miseria y dolor. ¿No sería más justo para el bebé evitar su nacimiento? La respuesta más obvia seria que si. Pero por fortuna, la mujer no abortó, si lo hubiera hecho, la humanidad jamás hubiera podido escuchar la música de Ludwig Van Beethoven, pues esas fueron las condiciones de su nacimiento.
Jóvenes, les insto a saber distinguir entre lo que importa, y lo que no; a descubrir los valores y las bases morales de Dios, pues la humanidad cada día las está perdiendo.
Padres, más que angustiarnos ante el panorama que nos presenta nuestro mundo, estemos alerta, informados y avocados en educar a nuestros hijos en el camino de Dios y en el uso de una libertad responsable. Inculquémosles los valores bíblicos y la unidad familiar, con amor firme y sin miedo a imponerles límites, para prevenirlos de todo mal.
La Sociedad influye mucho, los malos amigos también, pero nosotros como padres, debemos tener más comunión con ellos, para guiarlos en la verdad de Dios.
Colaboración de hna. Martha Mercado.
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