REVISTA JULIO - AGOSTO 2006
VERDADERA LIBERTAD
Amables lectores. Es con mucho gozo que tomo un tiempo para escribir este artículo. Reflexionando en el posible tema, recordé con cariño algunas de las cartitas que me han hecho llegar. Están tan llenas de ternura y al mismo tiempo, expresan con pocas palabras sentimientos que muestran un profundo amor a Dios y a Su Palabra incomparable.
Leamos juntos una de esas cartitas:
"...en esos momentos pensaba quitarme la vida, pero me puse a hacer oración y acepté ante Dios todos mis pecados y le pedí perdón y puse mi vida completa en Sus manos. También le pedí que me ayudara a conocer el camino de la vida y al día siguiente unas personas me visitaron y una de ellas me dijo que Cristo me ama y que El ya pagó por mis pecados, en la cruz. Me siguió hablando de la Palabra y acepté a Cristo como mi Rey y Salvador. ¡Estoy libre por Cristo que me fortalece! Y gracias a Dios, hasta el día de hoy estoy agradecido, porque Jesucristo salvó mi vida de las tinieblas y ya pienso positivamente, gracias a Dios y a las personas que nos traen la Palabra". Más adelante les diré quién escribió tan bello testimonio, el cual termina así: "No soy gansito, pero recuérdame". Estas son palabras sinceras, genuinas. El que me las envió ha vivido una vida muy difícil, hasta pensó suicidarse al creer que ya no había otra salida. Pero recibió el amor de Cristo mediante Su Palabra dicha por creyentes, mensajeros de la esperanza y vida nueva que Cristo Jesús vino a traernos. El es otro ejemplo vivo de cómo Jesucristo nos da vida en abundancia, si tan solo creemos en El, si lo invitamos a nuestro corazón.
Otra cartita, expresaba lo siguiente: "El Dios Todopoderoso es el que me ha sostenido desde que lo conocí, porque El es todo para mí. En Dios encuentro refugio, la paz, la tranquilidad y el deseo de seguir viviendo, solo para adorarle. Doy gracias a Dios porque no me ha desamparado"...Si yo les preguntara, de quién pensarían que viene este deseo de vivir, solo para adorar a Dios, tal vez me responderían que viene de alguien que vive una vida llena de comodidades, alguien que no tiene problemas, alguien que está rodeado de familiares que lo sostienen y lo aman. Tal vez piensen que el primer testimonio proviene de alguien que cuya vida transcurre apacible y cómodamente. Amados lectores, estos testimonios, estas frases sencillas, pero sinceras, salidas de un corazón profundamente agradecido, fueron escritas por internos de un centro carcelario de la región. Ellos dos están recluídos en una prisión, no obstante su falta de libertad física, ellos gozan de libertad en Cristo. Uno de ellos enfrenta una condena de hasta 60 años, pero su corazón, lleno del amor de Jesucristo, le da la seguridad de que El ya perdonó sus pecados. Y ustedes amigos, ¿se sienten libres de pecado y de la culpabilidad, de la amargura o del desamor?. Solo Cristo puede y quiere darnos libertad, aun si nos encontramos entre rejas: rejas de escasez económica, rejas de ansiedad, inseguridad, enfermedad o soledad. Cualquiera que sea nuestra necesidad, Jesucristo es la respuesta y El ya nos concedió la libertad desde una cruenta cruz. Nuestro Salvador puede abrir cualquier reja, cadena, lazo o candado, para hacernos verdaderamente libres.
Veamos ahora como la Palabra de Dios alienta nuestros corazones, con respecto a la libertad que Cristo alcanzó a nuestro favor: "El es el padre del huérfano. El hace justicia a las viudas porque es santo. El da familia al solitario y da libertad a los encarcelados, y éstos cantarán con júbilo" (Salmos 68:5-6, Biblia Al Día)
Otros versículos hermosos que encontramos en el Salmo 146, expresan la bondad de Dios hacia los necesitados: "El es Dios que cumple todas Sus promesas, y da justicia al pobre y oprimido, y alimento al hambriento. El libera a los prisioneros y abre los ojos de los ciegos. El alza las cargas de los agobiados"
¡Bendito sea nuestro Dios, quien tiene cuidado de nosotros, pues sabe que dependemos de El! Dulces y reconfortantes palabras venidas de Dios son las siguientes: "El preso agobiado será libertado pronto; no morirá en la mazmorra, ni le faltará su pan" (Isaías 51:14). Después de reflexionar sobre el cambio que Cristo puede hacer, aún en los corazones más crueles y perversos, es necesario que todos nosotros también reconozcamos la necesidad de ser perdonados de nuestros pecados. No hay nadie que no haya pecado y por eso necesitamos a Cristo como nuestro Salvador. Estemos recluídos o en "la libre", todos necesitamos el perdón de Dios y un corazón nuevo. Me parece que si estos internos, a pesar de estar pasando por esa gran prueba de encontrarse recluídos, pueden confiar en Dios y rendirle su corazón a Cristo, cuanto más nosotros, hagámoslo y agradezcamos a Dios cada instante de esta preciosa libertad que El nos ha otorgado, tan solo por Su gracia y misericordia. Amado Jesucristo: ¡Gracias por la verdadera libertad que solo Tú provees! (Juan 8:36)
Con amor fraternal: Hna. Judith Patiño N.
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