Historias para reflexionar UNA LECCION SOBRE LA CRUELDAD
Siempre he estado en contra de la crueldad hacia los más débiles. De niña me indignaba ver a los niños que tiraban nidos con sus hondas, solo por hacer la maldad o maltrataban a animales pequeños, solo por diversión. Nuestros vecinos tenían un niño de 10 años que siempre estaba martirizando toda clase de bichitos y gatos callejeros. Se burlaba de mí, cuando yo le pedía que por favor ya no lo hiciera más, "son experimentos" decía riendo. Yo prefería no verlo, sabía que cuando Juan cruzaba la calle hacia el descampado que teníamos enfrente, era para buscar los insectos, lagartijas y alguno de los gatos sin dueño que dormían en el lugar que les servía de refugio, pues estaba lleno de pasto largo, hierbas y flores silvestres. A veces usaba unos guantes gruesos de su papá para evitar ser rasguñado por los gatos.Un día ví a Juan a través de mi ventana, que venía desde el descampado, con sus guantes puestos y con una bolsa, dentro de la cual algo se movía. De seguro ha de ser algún gato, pensé y me imaginé las mil cosas feas que él le haría. Salí y le pregunté qué llevaba allí, me contestó que no me importaba. Insistí, le dije que no le hiciera nada malo a aquel gatito. No es un gato, me respondió enojado y entró a su casa. No podía imaginar qué sería, por su tamaño no podía ser otra cosa que un gato, pensé que me había mentido. Sufría pensando en qué le estaría haciendo Juan a aquel animalito y hubiera querido ir a hablar con su madre, pero la mía ya me había dicho alguna vez, que no podíamos meternos en la educación del hijo del vecino. Estuve pendiente de la ventana, por si veía salir a Juan con la bolsa nuevamente, pero en toda la tarde no lo hizo. Ya anochecía, cuando escuché gritos y muchos ruidos que provenían de la casa de al lado. Fuertes golpes se oyeron en nuestra puerta, mi madre corrió a abrir. Era nuestra vecina, que desesperada y llorando, venía a pedir prestado nuestro teléfono para llamar una ambulancia. Juan había sido mordido por una víbora y además había resultado quemado. Entonces me dí cuenta de que efectivamente, lo que llevaba en la bolsa esa tarde, no había sido un gato.
Al día siguiente, mi madre y yo fuimos a visitar a Juan al hospital. La víbora no había resultado ser venenosa, así que estaba fuera de peligro, pero lo que lo iba a mantener en el hospital por un buen tiempo, eran las quemaduras que tenía en su brazo derecho y parte del torso. Lo de la mordedura era algo lógico, molestó a la víbora y ésta lo mordió; pero no me podía explicar lo de las quemaduras. Tenía una mueca de dolor cuando lo ví y sentí lástima por él, pero me avergonzaba que en el fondo me alegraba que le hubiera pasado eso por malo. Le pregunté por las quemaduras y me dijo que había rociado a la víbora con gasolina que había encontrado en el garage de su casa y allí mismo, quiso prenderle fuego, pero que la víbora hizo un movimiento muy rápido, se abalanzó hacia él y lo mordió. Al sentir la mordedura, Juan, que tenía el encendedor de la cocina encendido, había caído al piso en donde había gasolina derramada y no se dio cuenta cómo, de pronto, en cosa de segundos, tenía su brazo en llamas. Me quedé callada, sin saber qué decir, lo que llevaba en mente era recriminarle con palabras como "Ya ves, yo te lo decía" o "Para que veas lo que se siente", pero al verlo allí, postrado y sufriente, callé. El rompió el silencio y me dijo: "Me duele muchísimo, ahora sé lo que sienten los animales. No lo voy a volver a hacer". Me alegré al escuchar eso. Juan había recibido una cruda lección, demasiado cruda, pero quizá había sido necesario de esa manera para que él reaccionara, ya que de otra forma no lo haría.
Se ha descubierto que todos los asesinos en serie, en su infancia han practicado la crueldad con animales. Hay que poner mucho cuidado en cómo se divierten los niños y enseñarles a ser sensibles con todos los seres vivos. Dios tiene que recurrir muchas veces al sufrimiento para que reaccionemos, pues es de la única manera en que lo hacemos, pero el resultado es mucho mejor que el medio empleado para obtenerlo.
Al día siguiente, mi madre y yo fuimos a visitar a Juan al hospital. La víbora no había resultado ser venenosa, así que estaba fuera de peligro, pero lo que lo iba a mantener en el hospital por un buen tiempo, eran las quemaduras que tenía en su brazo derecho y parte del torso. Lo de la mordedura era algo lógico, molestó a la víbora y ésta lo mordió; pero no me podía explicar lo de las quemaduras. Tenía una mueca de dolor cuando lo ví y sentí lástima por él, pero me avergonzaba que en el fondo me alegraba que le hubiera pasado eso por malo. Le pregunté por las quemaduras y me dijo que había rociado a la víbora con gasolina que había encontrado en el garage de su casa y allí mismo, quiso prenderle fuego, pero que la víbora hizo un movimiento muy rápido, se abalanzó hacia él y lo mordió. Al sentir la mordedura, Juan, que tenía el encendedor de la cocina encendido, había caído al piso en donde había gasolina derramada y no se dio cuenta cómo, de pronto, en cosa de segundos, tenía su brazo en llamas. Me quedé callada, sin saber qué decir, lo que llevaba en mente era recriminarle con palabras como "Ya ves, yo te lo decía" o "Para que veas lo que se siente", pero al verlo allí, postrado y sufriente, callé. El rompió el silencio y me dijo: "Me duele muchísimo, ahora sé lo que sienten los animales. No lo voy a volver a hacer". Me alegré al escuchar eso. Juan había recibido una cruda lección, demasiado cruda, pero quizá había sido necesario de esa manera para que él reaccionara, ya que de otra forma no lo haría.
Se ha descubierto que todos los asesinos en serie, en su infancia han practicado la crueldad con animales. Hay que poner mucho cuidado en cómo se divierten los niños y enseñarles a ser sensibles con todos los seres vivos. Dios tiene que recurrir muchas veces al sufrimiento para que reaccionemos, pues es de la única manera en que lo hacemos, pero el resultado es mucho mejor que el medio empleado para obtenerlo.
Angélica García
0 Comments:
Post a Comment
<< Home